jueves, 3 de diciembre de 2009

Objetivo: Middelheim Sculpture Museum

Nuestro amigo el artista Julio Malvido nos había aconsejado encarecidamente que no podíamos perdernos visitar el Museo al aire libre de Middelheim, situado en las afueras de Amberes (Bélgica) y, nosotros, como buenos individuos que nos las damos de cultos accedimos encantados.

Nos había informado que relativamente cerca de nuestro hotel, únicamente teníamos que atravesar la calla principal de Amberes, y acercarnos a la plaza trasera a la catedral, salía el autobús. Nosotros nos quedábamos en un hotel que hace esquina frente a Gran Estación Central. LLovía ese calabobos que se desprecia y nadie abre el paraguas.

Como era domingo y salimos muy temprano, nos cruzamos con muy poca gente por la avenida peatonal. El silencio era enternecedor.

Sabíamos que una vez llegásemos a una intesección donde los raíles del tranvía forman una "Y", debíamos seguir recto y rodear la catedral que ya se ve desde allí, y no torcer como hacíamos siempre, para llegar al domicilio de nuestro amigo y eso hicimos. Como no dejaba de caer el calabobos que antes mencionábamos, decidimos ponernos las capas impermeables de un euro que Inma había comprado en un bazar de chinos en El Puerto. El mío era verde y el suyo rosa, ambos transparentes. La única pega del mío es que era algo corto, demasiado corto diría yo.

Como nos orientamos bastante bien, conseguimos llegar al sitio indicado por Julio y vimos la parada y allí nos esperamos. Mientras hacíamos tiempo, me dediqué a mirar hacia todos lados y tomar fotos con mi cámara digital Kodak Easyshare de la serie Z con objetivos intercambiables, fotos que nunca se sacan en papel por cierto.

Mirando por allí, descubrimos que tras un precioso tiovivo de principios del siglo pasado, de dos pisos y en perfecto estado, había un remolque de churros con su cartel en español "Churros Hermanos Sánchez". Este descubrimiento no ensanchó el corazón. Tras una hora andando bajo la lluvia, nos acercamos y descubrimos con tristeza que ya no hacían churros porque a los belgas no les gusta, fríen solo patatas y, comer patatas fritas antes de las 10 de la mañana nos lo prohibe nuestra religión.

Tras preguntarle a todo el que pasaba qué autobús deberíamos coger para ir Middelheim, supimos por fin que era el M11, que pasaba cada media hora. Refugiados en la marquesina esperamos al nuestro. Una vez allí nuestro medio de transporte, nos encontramos con otro problema, no teníamos billete. El conductor con coleta, en inglés y muy amable, nos indicó que debíamos comprarlos en una máquina situada casi en la esquina y que nos diésemos prisa porque venía con retraso. En ese momento arreció la lluvia. Ínma se quedó en el autobús y yo corrí hasta la máquina expendedora, no encontraba monedas, miré en mi mariconera y no tenía suficiente, busqué en los bolsillos del anorak, en los pantalones y nada. Inma que me veía desde el autobús, se bajó e imaginando lo que me pasaba me llevó el dinero, también se mojó.

Comenzamos a circular por Amberes, salimos de ésta, nos metimos en una autovía, o al menos nos lo pareció hasta que llegamos a un precioso parque, estábamos en enero. Todos los árboles habían perdido las hojas y el día no aclaraba. De repente, el conductor se acerca a una parada y nos dice que hemos llegado a Middelheim. Sorprendido, le pregunto que si aquello era Middelheim, que vamos a un Museo de esculturas. Me dice que sí, nosotros solo vemos un precioso y grandísimo parque y ni un solo edificio.

Llueve.

1 comentario:

VOA-GALLERY dijo...

Eso es lo bueno de viajar.. vas de sorpresa en sorpresa....